Tras una semana y dos días en tierras angelicales, ya me he saltado a la torera el propósito de mantener una mínima regularidad con el blog. La vida aquí por el momento está siendo caótica, apenas paramos por casa y, cuando lo hacemos, las gestiones interminables nos persiguen y nos atormentan hasta la hora de acostarnos.
A falta de inspiración y de tiempo para escribir y reflexionar en profundidad sobre los acontecimientos y novedades non-stop de esta semana en forma de anécdota diaria, por el momento he preferido redactar una lista rápida de los aspectos que me han llamado la atención de la cultura americana. Así que ahí van unas primeras impresiones tras el primer “culture shock”:
- La regla del “todo a lo grande”. Aquí todo es gigante. Las distancias, los coches, las bolsas de comida, la falsedad... (ups, esta última se me ha colado, pero hablaré de ella más adelante).
- La amabilidad de la gente es proporcional a las que te clavan por la espalda. Es decir, todos son hiper mega ultra super agradables. La atención al cliente es lo más fabuloso que he visto. Nadie descansa hasta que te des por satisfecho como cliente. Si tienes cualquier problema, no se mueven hasta habértelo solucionado, y siempre de muy buenas maneras. Lo mismito que en España, vamos.
- A la gente le gusta arreglarse. Y el dinero. Y los tacones. Y el dinero. Y las extensiones de pelo. Y el dinero. Y la clase social. Y el dinero. Básicamente su vida gira en torno a las apariencias y al dinero.
- Los españoles somos guays. Llegas a USA, dices que vienes de España y a la gente automáticamente se le agranda aún más la sonrisa y le aumentan aún más la tonalidad y los decibelios de la voz.
- Los horarios y la vida nocturna no tienen nada que ver con los nuestros. Se sale a los bares o clubs a partir de las 9 o 10 de la noche. Si vuelves a casa pasadas las 3am, eres un desfasado de la vida. Si te levantas más tarde de las 11am, eres un desecho social.
- La cultura del "te conozco, te beso y te llevo a la cama" aquí es sustituida por un "te conozco, te pido una cita, te paso a buscar y te invito a cenar". Intentar besar en la primera noche es de maleducados. Llevar a una chica a una cita y no pagar la cena es escandaloso. Y por norma general, nada de beso hasta la segunda cita. Sí, no es americanada cinematográfica, es real y es el compartamiento habitual de los jóvenes desde los 18 años.
- No importa a dónde vayas... siempre hay papel higiénico en los baños. Siempre.
- El mito de la gasolina barata no existe, son los padres.
- Lo que sí que existe es el jet lag, y no nos llevamos muy bien. Mi habitual insomnio español se transformó aquí durante la primera semana en un sistemático escozor de ojos a partir de las 10 de la noche (lo cual convertía las conversaciones nocturnas de los bares en encuentros bastante divertidos; estoy segura de que frotarme los ojos cada media frase debió de causar una apariencia de total normalidad y ausencia de trastornos mentales). Sin embargo, a las 6 de la mañana mis ojos se querían ir de fiesta, a darlo todo con los trabajadores madrugadores, y pasaban al modo “abrámonos como platos, así, por fastidiar”.
- Tampoco es un mito infundado eso de la policía mal-rollito corrupta mejicana. Y vivirlo en primera persona da un poco de canguele. Pero eso es otro capítulo de la historia, un paréntesis mejicano en la aventura americana.
Ahora toca seguir escribiendo episodios en forma de compañías de gas, luz e Internet. Volveré.
A falta de inspiración y de tiempo para escribir y reflexionar en profundidad sobre los acontecimientos y novedades non-stop de esta semana en forma de anécdota diaria, por el momento he preferido redactar una lista rápida de los aspectos que me han llamado la atención de la cultura americana. Así que ahí van unas primeras impresiones tras el primer “culture shock”:
- La regla del “todo a lo grande”. Aquí todo es gigante. Las distancias, los coches, las bolsas de comida, la falsedad... (ups, esta última se me ha colado, pero hablaré de ella más adelante).
- La amabilidad de la gente es proporcional a las que te clavan por la espalda. Es decir, todos son hiper mega ultra super agradables. La atención al cliente es lo más fabuloso que he visto. Nadie descansa hasta que te des por satisfecho como cliente. Si tienes cualquier problema, no se mueven hasta habértelo solucionado, y siempre de muy buenas maneras. Lo mismito que en España, vamos.
- A la gente le gusta arreglarse. Y el dinero. Y los tacones. Y el dinero. Y las extensiones de pelo. Y el dinero. Y la clase social. Y el dinero. Básicamente su vida gira en torno a las apariencias y al dinero.
- Los españoles somos guays. Llegas a USA, dices que vienes de España y a la gente automáticamente se le agranda aún más la sonrisa y le aumentan aún más la tonalidad y los decibelios de la voz.
- Los horarios y la vida nocturna no tienen nada que ver con los nuestros. Se sale a los bares o clubs a partir de las 9 o 10 de la noche. Si vuelves a casa pasadas las 3am, eres un desfasado de la vida. Si te levantas más tarde de las 11am, eres un desecho social.
- La cultura del "te conozco, te beso y te llevo a la cama" aquí es sustituida por un "te conozco, te pido una cita, te paso a buscar y te invito a cenar". Intentar besar en la primera noche es de maleducados. Llevar a una chica a una cita y no pagar la cena es escandaloso. Y por norma general, nada de beso hasta la segunda cita. Sí, no es americanada cinematográfica, es real y es el compartamiento habitual de los jóvenes desde los 18 años.
- No importa a dónde vayas... siempre hay papel higiénico en los baños. Siempre.
- El mito de la gasolina barata no existe, son los padres.
- Lo que sí que existe es el jet lag, y no nos llevamos muy bien. Mi habitual insomnio español se transformó aquí durante la primera semana en un sistemático escozor de ojos a partir de las 10 de la noche (lo cual convertía las conversaciones nocturnas de los bares en encuentros bastante divertidos; estoy segura de que frotarme los ojos cada media frase debió de causar una apariencia de total normalidad y ausencia de trastornos mentales). Sin embargo, a las 6 de la mañana mis ojos se querían ir de fiesta, a darlo todo con los trabajadores madrugadores, y pasaban al modo “abrámonos como platos, así, por fastidiar”.
- Tampoco es un mito infundado eso de la policía mal-rollito corrupta mejicana. Y vivirlo en primera persona da un poco de canguele. Pero eso es otro capítulo de la historia, un paréntesis mejicano en la aventura americana.
Ahora toca seguir escribiendo episodios en forma de compañías de gas, luz e Internet. Volveré.